Antes de todos disculpen por la Ausencia casi mas de un mes, sucede que he estado en algunas aventuras y cambio de vida personal , antes de todo deseo compartir aquella lectura sobre "Todos Somos Medio Carlitos" Personalmente me identifico esto sucedio - Creo no recuerdo bien - hace 3 años atras me parece que estuvieran describiendome, buenos les dejo la lectura y veremos que tantos Carlitos se podran identificar.
Carlitos
estaba de novio con Magdalena. Pero no eran una pareja más. Eran “LA PAREJA”.
Habían
empezado siendo amigos.
Maggie
estaba de novia con otro chico, pero la atraccion mutua que comenzaron a sentir
con Carlitos hizo que luego de engañar a su novio durante un tiempo lo dejara
para dar paso a esta nueva e intensa relacion.
Ella soltó
el primer "TE QUIERO" a lo
que él, luego de dudar unos instantes, respondió "yo también".
Para
Carlitos no era fácil decir "te quiero". No porque no lo sintiera
sino porque sabía que decirlo significaba mostrar todas sus cartas, y no estaba
seguro de si eso le convenía.
Vaya a saber
entonces por qué cuestiones del cerebro masculino se dio que fue Carlitos el
que tiró el primer "TE AMO".
Los
"te amo" luego pasaron a ser moneda corriente.
A veces se
daba como una especie de ping pong:
—Te amo.
—Te amo.
—Te amo.
—Yo te amo
más.
—No... yo
te amo más.
—No... yo.
—No... yo.
Visto
desde afuera era patético, pero se ve que a ellos les encantaban esas bobadas.
Pasaban
los meses y todo era perfecto. No tenían secretos.
Estar
separados tal vez por unas cortas vacaciones era una tortura que decidieron
evitar en las vacaciones siguientes.
Ambos eran
celosos, pero intentaban por todos los medios (sobre todo Carlitos) que no
hubiera ningún motivo de dudas en su pareja.
La fecha
de casamiento se fijó para un 30 de noviembre. No sabían aún de qué año, pero
qué lindo era saber que un 30 de noviembre se iban a unir para siempre,
legalmente y ante Dios. Su primer hijo se llamaría Lucas o Valeria.
Nada
superaba el placer de estar juntos. Video, helado y sexo era para ellos el plan
perfecto. Qué digo sexo, eso era amor. Verdadero amor.
Maggie un
día cambió de carrera. La abogacía no era lo suyo y se pasó a diseño. La
familia no estaba muy de acuerdo con la decisión, pero Maggie contaba como
siempre con el apoyo incondicional de Carlitos.
Comenzó su
nueva carrera con mucho entusiasmo. Carlitos la esperaba todas las noches a la
salida, como cuando iba a la otra facultad.
—Amor, no
vengas mañana a buscarme. Me lleva Sonia, que vive cerca de casa —dijo Maggie
un día.
Para
Carlitos no era un sacrificio ir por ella, y se lo hizo saber.
—A mí no
me molesta esperarte, al contrario. No veo la hora que llegue el momento de
verte salir...
—Sabes qué
pasa, amor - Dijo Maggie-... es que a veces los chicos a la salida de la facu
van a tomar algo... y yo siempre parezco una aburrida,
¿No te
enojas?
—No, mi
amor... cómo me voy a enojar.
Todo empezó a cambiar.
Los "te quiero" de Maggie se
espaciaron. Los "te amo" desaparecieron.
La
película, el helado y el sexo quedaron resumidos a "la película y el helado".
Todo se fue
dando lentamente, casi sin que Carlitos se diera cuenta.
Pero
bueno... todas las parejas tienen momentos mejores que otros. No había nada de
qué preocuparse.
Maggie se
puso algo más quejosa. Cosas que antes no le molestaban de su novio comenzaron
a perturbar la armonía de la pareja.
—¿Otra vez
con esa misma camisa? ¿No te la piensas cambiar nunca? – Dijo Maggie-
—Pero está
recién lavada... – Dijo Carlitos-
—¿Estas
sordo? Yo no digo que esté sucia... digo que es aburrido verte siempre con la
misma. – Dijo Maggie-
—¿Quierés
que me la saque, bombón? – Dijo Carlitos-
—No te
hagas el tonto, te estoy hablando en serio. – Dijo Maggie-
—Maggie,
¿de qué quierés el helado? – Dijo Carlitos-
—¿Me estás
incomodando? ¿Después de dos años todavía no sabes de qué me gusta el helado?
Así es como me me tienes sin darte cuenta de mis gustos... – Dijo Maggie-
—Bueno, mi
amor, perdóname. – Dijo Carlitos-
—Sí,
claro... así arreglas todo… Otra vez "película y helado"... nada más.
– Dijo Maggie
El que
llamaba siempre ahora era Carlitos. La emoción que en otras épocas demostraba
Magdalena al atender el teléfono había desaparecido. Carlitos no se preocupaba
por eso. Ella lo amaba. Se casarían un 30 de noviembre. Sus hijos se llamarían
Lucas o Valeria...
—Necesito
un tiempo —dijo Maggie- con cara de
enojada.
Carlitos
levantó la mirada sin sacar la boca de la pajita del trago sin alcohol que
estaba tomando.
—No sé qué
me pasa... estoy confundida... necesito tiempo para pensar.
A Carlitos
se le vino el mundo abajo. Lo que estaba viviendo era... cómo decirlo...
irreal.
Esas cosas
les pasaban sólo a los demás. Maggie lo amaba.
Estaba
seguro de eso. Debía tratarse de una confusión de parte de ella.
Y era
entendible. Sus padres estaban separados, el cambio de carrera seguramente la habría
afectado... y él había cometido algunos errores: no era muy detallista, había
olvidado el cumpleaños de su suegra, no se cambiaba mucho su vestimenta... lo de
Maggie era lógico.
Luego de
tratar de convencerla por todos los medios de que ese tiempo no era necesario,
que él la apoyaría, la ayudaría y que juntos podían enfrentar mejor los
problemas, decidió demostrarle su amor de una manera más directa: "Tomate el tiempo que quieras. Pero
sabe que yo voy a estar aquí para lo que necesites. Y no olvides que te amo y
que sin ti me muero".
—No
llores, Carlitos. Por favor te lo pido, no me hagas esto más difícil.
—Es que te
amo tanto.
—Yo
también te amo... eres el hombre de mi vida y sé que tu la persona con la que
me quiero casar y tener hijos. Pero ahora necesito estar sola. Entiéndeme.
Esas
palabras lo tranquilizaron. Se secó las lágrimas, pagó como siempre la cuenta y
la acompañó a la entrada de la facultad. Ella lo despidió con un dulce beso
compasivo en la mejilla y entró triste y lentamente a su clase.
Pasaron dos días.
Dos largos
por no decir eternos días, sin que Carlitos tuviera noticias de Maggie.
Cuarenta y
ocho horas era tiempo suficiente. Él estaba respetando el tiempo que ella le
había pedido, pero ya no aguantaba más. Esa noche la iría a buscar por
sorpresa. Ella seguramente también la estaba pasando muy mal. Se encontrarían,
hablarían y por supuesto se arreglarían.
¿Para qué extender este sufrimiento?
Si su
novia estaba confundida, él la ayudaría a desconfundirse.
Al menos
tenía el consuelo de saber que ella lo amaba. Que esta etapa era algo
transitorio. Y que por supuesto no había terceros en el medio. Eso ni pensarlo.
—¿Qué
haces acá?
La frase
que no pensó escchar carlitos de Maggie aún le retumba en sus oídos.
—Hola...
¿podemos habl...?
—Perdóname...
ahora no puedo. Tengo que reunirme por un trabajo práctico.
—¿Te llamo
y arreglamos para vernos y hablar?
—Carlitos...
te pedí tiempo. ¿Te das cuenta de que nunca respetas mis prioridades?
Carlitos
se fue con las manos vacías. Pero no se daría por vencido. Si él era el
culpable de esta ruptura tenía que demostrarle que podía cambiar, que la
quería, que la amaba y que ella podía confiar en él.
Un mensaje
de texto en su celular que dijera "te
amo más que a mi vida" sería el puntapié inicial. Esa frase era
importante para ellos. Era una de las preferidas de ella en las épocas doradas.
"Enviar" y a esperar.
Al segundo
día de suspenso ya era hora de intentar otra cosa.
Esperarla
a la salida de su trabajo con el auto para ofrecerle llevarla a la facultad era
una idea brillante. En el camino podrían hablar.
Y así lo
hizo. Ella habló todo el camino. Pero por su celular, vaya a saber con qué
amiga.
El papel
de chofer le sentó bastante bien. Al menos estuvo cerca de ella, que recién cortó
la comunicación en la esquina de la facultad. Al detenerse el auto Carlitos
sólo atinó a expresarle nuevamente su amor y a pedirle que volviera. Sólo que
esta vez incluyó las palabras "te
lo suplico".
—Por
favor... no vuelvas a hacer esto. Ya te dije que necesito estar sola. No me
presiones.
Todavía
tenía muchas cartas por jugar. Flores, cartas, pasacalles...
Ella
cumplía años al mes siguiente. Ese día tendría vía libre para llamarla, por
supuesto.
Además,
Maggie tenía cosas de él en su casa. Unas fotos, unos CDs... si no se las había
devuelto era porque no pensaba que la ruptura fuera definitiva. Era arriesgado
dar el golpe de efecto de pedirle las cosas. A ver si todavía ella le decía:
"Cómo no, pasa a buscarlas". Eso sería la muerte.
—No puede
ser. ¿Cómo va a estar saliendo con un compañero?
Ella
quería estar sola... estaba confundida. Además, me ama. Si quisiera estar con
alguien estaría conmigo —le dijo Carlitos al imbécil de un amigo que le vino
con el chisme.
El
teléfono de Maggie sonó en plena madrugada.
—Me dijo
Matías que estás saliendo con un compañero... Eso no es cierto, ¿verdad?
—Carlitos...
son las dos de la mañana...
—Contéstame,
nada más... decime que no es cierto y me quedo tranquilo y no te molesto más.
—Carlitos...
yo no tengo que darte explicaciones de nada. Y lo que yo haga con Marcelo no
son asuntos ni tuyos ni de tu amigo.
—¿Marcelo?
¿Se llama Marcelo? ¿Y desde cuándo...?
—Tuuu tuuu
tuuu tuuu.
Tal vez
esta historia te resulte familiar. Posiblemente no en su totalidad, pero es muy
probable que te sientas identificado con buena parte de ella.
Y es
lógico.
En muchos
párrafos pareciera que estoy relatando tu caso, ¿o no?
¿Seré
adivino?
¿Te habré
estado espiando?
No. Nada
de eso. Simplemente sucede que todas las mujeres son como Maggie. Y que todos
los hombres, aunque nos duela admitirlo, somos medio Carlitos.
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